
Y es que esto es lo que pasa cuando se abren las compuertas. No se puede contener.
Uno se desborda. Uno se aliena. Uno se desconecta.
Pones el piloto automático, y tan agustico empiezas a perder el control. Sensación tan deliciosa, la de estar en una vaina mientras tu estás en otra parte, ni siquiera te preocupas de llamar a un fontanero.
¿Para qué? A ver quien es el guapo que con una llave y un poco de estopa arregla esto...
En fin, sólo es necesario un poco de paciencia para que pase la inundación y poder volver a encontrar el camino hacia mi hermosa vaina con piloto automático.
Aunque quién sabe... podría dejarla funcionar solita un poco más.
Mientras tanto rezo para que no lluevan ranas y el sol caliente.